La Sombra del contrabando
Los
aventureros llegan a Thil-Shohil al atardecer, cuando el sol comienza a
sumergirse en el horizonte, pintando el cielo de tonos dorados y naranjas que
se reflejan en el tranquilo mar. El pequeño pueblo costero se extiende a lo
largo de la playa, con casas de madera y techos de paja que se alinean en
calles de arena. El sonido suave de las olas rompiendo en la orilla llena el
aire, brindando una sensación de serenidad superficial.
Sin embargo,
esta serenidad se ve perturbada por la tensión palpable en el aire. Los
lugareños se mueven con miradas nerviosas, evitando el contacto visual, como si
temieran a algo más que las inclemencias del mar. El pueblo parece silenciado
por un miedo constante.
En el centro
del pueblo, los aventureros son llevados con las miradas de los lugareños a una
modesta casa de madera que actúa como la oficina del alcalde. La casa está
adornada con redes de pesca y conchas marinas que cuelgan de las paredes, pero
la atmósfera en su interior es sombría. El alcalde, un hombre de edad avanzada
con el cabello canoso y el rostro surcado de arrugas profundas llamado Delan,
los recibe con ojos cansados y llenos de preocupación.
El alcalde
les relata la opresión que sufre el pueblo a manos de Los Oscuros, una banda de
contrabandistas que se ha apoderado de Thil-Shohil. Detalla cómo estos
criminales han forzado a los lugareños a proporcionar suministros y protección
a cambio de no causar daño a la comunidad. Sus palabras están llenas de
desesperación, y sus manos temblorosas sostienen un mapa desgastado que marca
la ubicación de la cueva donde Los Oscuros tienen su base.
El alcalde mira a los aventureros
con ojos suplicantes y concluye su relato con un ruego: "Por favor,
nobles viajeros, somos gente humilde y pacífica. No podemos soportar más esta
opresión. Los Oscuros nos están robando nuestro sustento y nuestra esperanza.
Les suplico que nos ayuden a liberar a Thil-Shohil de esta tiranía".
La sala está llena de un silencio
pesado después de su súplica, solo interrumpido por el suave murmullo del mar
afuera. Los aventureros se encuentran ante una elección, conscientes de que la
decisión que tomen afectará profundamente a esta comunidad costera.
Los aventureros se sumergen en la
vida del pueblo, hablan con los lugareños y descubren que la banda está
liderada por un enigmático individuo llamado Malik y su compañera Elena.
Aprenden que Los Oscuros han estado contrabandeando mercancías ilegales y
exigiendo tributos, dejando al pueblo en un estado de miedo constante.
Hablaron con Marius, quien solía
ser miembro de Los Oscuros, pero decidió abandonar la banda por razones de
conciencia. Ahora vive en la clandestinidad y puede proporcionar información
interna sobre Los Oscuros, sus rutas de contrabando y debilidades clave. Marius
es un hombre joven de cabello oscuro y ojos marrones. Lleva una capa y un
sombrero para ocultar su identidad. Les indicó dónde estaba la cantera y les
proporcionó un mapa detallado de la guarida.
El grupo decidió ir primero a la
cantera. Con un plan muy elaborado, realizaron una incursión sigilosa y letal,
logrando liberar a los lugareños que estaban trabajando como esclavos en la
cantera.
La moral, a pesar de los
contratiempos, seguía siendo alta. Con la dinamita extraída de la cantera,
habían elaborado un plan audaz: volar la guarida desde adentro. Sin embargo, el
destino les tendió una emboscada cuando Alma fue descubierta por un mago enemigo.
Rápidamente, tuvieron que replantear su estrategia. Idearon un plan macabro:
cargar a unos jabalíes con dinamita y animarlos con la magia de Azael para que
sembraran el caos en la guarida. Pero la suerte parecía estar en contra del
demonio interior de Azael; una crisis de identidad lo dejó sin poder, y los
jabalíes quedaron inertes.
Con el tiempo agotándose y los
contrabandistas en alerta máxima, se vieron obligados a recurrir a un plan
desesperado. Alma, invisible gracias a la magia de Lord Vishnu, abrió un portal
dimensional justo detrás de la puerta principal y atravesando a uno de los
enemigos, el portal lo partió en dos. Con un salto sincronizado, el grupo se
adentró en la guarida, armas en mano y magia preparada para la batalla.
La batalla estalló con la
ferocidad de una tormenta. Weedman desató una lluvia de bolas de fuego, cada
una más ardiente que la anterior. Lord Vishnu, con la furia de un dios, lanzó
rayos ígneos que perforaban la carne y el acero. Alma, con la sabiduría de la
naturaleza, invocaba raíces y espinas que surgían del suelo para ensartar a sus
enemigos. Dhulk, con una sed de sangre insaciable, convertía su escudo en una
cosechadora mortal, cosechando vidas con cada golpe. Azael, a pesar de su
debilidad, luchaba con una furia salvaje. En un movimiento desesperado, cercenó
de un tajo la cabeza de un contrabandista, su sangre manchando su rostro.
Saltando a bordo del barco, Azael
y Dhulk se sumergieron en una carnicería. El escudo de Dhulk, ahora ávido de
sangre, se incrustaba en los cuerpos de sus enemigos como si fueran estacas.
Azael, acorralado, exhaló un aliento paralizante que congeló a sus atacantes en
el acto. Mientras tanto, Weedman y Lord Vishnu luchaban contra una horda de
enemigos en la cubierta. Alma, expuesta y vulnerable, fue abatida. Sin embargo,
antes de que su vida se apagara, el simbionte que habitaba en ella la mantuvo
suspendida en un estado de animación suspendida.
El grito desgarrador de Azael
resonó en la cueva, un lamento de dolor y furia. La muerte de Alma había
desatado una bestia dentro de él. Con ojos inyectados en sangre, se lanzó sobre
sus enemigos, desatando una carnicería sin precedentes. Dhulk, igual de
enfurecido, se unió a él, convirtiendo el combate en una danza macabra de acero
y sangre. Ante tal ferocidad, algunos contrabandistas huyeron despavoridos,
dejando atrás a sus compañeros caídos. Mientras tanto, Weedman, con manos
temblorosas, administró una poción de vida a Alma, devolviéndola al mundo de
los vivos.
Con la batalla ganada, decidieron
borrar todo rastro de su existencia. Utilizaron la dinamita para hacer volar la
cueva y el barco, sumiéndolos en las profundidades de la tierra. Antes de
partir, registraron los cuerpos de los contrabandistas en busca de objetos de
valor, pero solo encontraron un par de pistolas.
De regreso al pueblo, Dhulk tuvo
una pesadilla vívida: un dragón plateado, una cueva de lava y un orbe
misterioso. Al despertar, Vishnu se dio cuenta de que solo habían tomado las
pistolas y no la munición. Sin dudarlo, regresaron al lugar de la batalla para
recuperar el cuerpo del contrabandista y las balas que llevaba.
La calavera de Ruath Tulsa, a
pesar de su antiguo poder, los había rechazado con desdén. Su indiferencia los
había dejado desanimados, pero no derrotados. Lord Vishnu y Azael se adentraron
en el bosque en busca de la munición, mientras los demás aguardaban en el
pueblo. Al llegar al lugar donde habían dejado el cuerpo, se encontraron con
una desagradable sorpresa: había sido saqueado. Antes de que pudieran
reaccionar, una criatura fantasmal, con la forma de una cría de elefante,
apareció de la nada. Intrigado, Azael observaba a la criatura, pero Lord
Vishnu, cegado por la frustración, lanzó un rayo hacia ella. La criatura se
disipó en el aire, dejando escapar un aullido agudo que resonó en el bosque.
Azael, alarmado por lo sucedido, se volvió invisible, y Lord Vishnu lo imitó,
sumiéndose en las sombras.
Justo cuando estaban a punto de
registrar el cuerpo, un hombre emergió de las sombras, empuñando dos pistolas
humeantes. Azael, invisible, se acercó sigilosamente y lo golpeó con su
mandoble. Sin embargo, el hombre se disipó en el aire, revelando una cruel
ilusión. Antes de que pudiera reaccionar, un rayo de plasma lo atravesó,
quemando su carne hasta los huesos. Lord Vishnu, al ver a su amigo en peligro,
desató un rayo ígneo contra el enemigo. Pero el mago, envuelto en una barrera
protectora, desvió el ataque con facilidad y respondió con dos rayos de plasma.
El primero rozó a Lord Vishnu, quemando su piel, pero el segundo lo impactó de
lleno, derritiéndole la espina dorsal. Con un último aliento, Lord Vishnu cayó
al suelo, mientras Azael, aprovechando el momento de confusión, se escabullía
en la oscuridad.
Azael regresó al pueblo, su
rostro pálido y sus ojos llenos de dolor. La noticia de la muerte de Lord
Vishnu cayó como un rayo sobre el grupo. Sumidos en la tristeza, decidieron
esperar un tiempo prudencial antes de recuperar el cuerpo. Aún existía una
posibilidad de salvar a su amigo: la tyrfira, una planta legendaria capaz de
resucitar a los muertos. Sin embargo, todos sabían que tal poder tenía un
precio terrible.
La tyrfira, una planta
legendaria, comenzó a irradiar una luz tenue que envolvió el cuerpo inerte de
Lord Vishnu. Cuando la luz se disipó, el elfo yacía allí, pero era como si
hubiera sido reescrito. Su cuerpo, antes alto y esbelto, se había encogido hasta
alcanzar la estatura de un niño. Sus ojos, antes serenos, ahora brillaban con
una intensidad desconocida. Al abrir los ojos, su voz, antes profunda y
resonante, era ahora aguda y llena de asombro. '¿Qué ha ocurrido?', preguntó,
su voz apenas un susurro. A pesar de su diminuto tamaño, su presencia era
imponente. La tyrfira había transformado no solo su cuerpo, sino también su
percepción del mundo.
Tras la agotadora batalla en la
guarida de los contrabandistas y las secuelas de la extraña resurrección de
Lord Vishnu, el grupo anhelaba un poco de paz. Se habían refugiado en una
acogedora casa ofrecida por los agradecidos lugareños. Sin embargo, su descanso
se vio interrumpido de manera abrupta el tercer día. Un grito desgarrador,
seguido del tintineo de espadas, resonó en el aire. El crepúsculo bañaba en oro
las colinas que rodeaban la aldea. Dhulk, con la espada desenvainada, luchaba
contra sombras. El tintineo del acero y los gritos de dolor rompieron la
pacífica tranquilidad del lugar. Dhulk, siempre inquieto, había salido a
explorar y ahora era el blanco de un ataque sorpresa. Con el corazón en un
puño, los aventureros se precipitaron fuera, dispuestos a rescatar a su amigo.
Lord Vishnu se desvaneció en las
sombras, convirtiéndose en un fantasma que se deslizaba entre los árboles. Los
demás, con una coordinación asombrosa, se prepararon para la emboscada. Cuando
atacaron a los enemigos que asediaban a Dhulk, revelándose con un rugido
ensordecedor, creyeron haberlos tomado por sorpresa. Sin embargo, fue una
trampa cruel. Un rayo de plasma, escupido por un mago invisible, impactó a
Weedman, dejándolo aturdido. Lord Vishnu, a su vez, fue atacado por dos
adversarios que surgieron de la nada, sus espadas brillando con una luz
siniestra. La batalla se había invertido. Golpes certeros y hechizos letales
volaban por el aire. Lord Vishnu y Azael, heridos y cansados, rozaron la muerte
en varias ocasiones. Pero fue Dhulk, con la fuerza de un titán, quien dio el
golpe final, aplastando al mago y a la guerrera bajo su enorme maza. Alma y
Lord Vishnu, con un último esfuerzo, acabaron con Malik, el líder de los
contrabandistas. La victoria era suya, pero el precio había sido alto. Solo la
runa que abría el almacén permanecía intacta, un macabro trofeo de su triunfo.
Con las bolsas repletas de
tesoros exóticos y armas antiguas, los aventureros abandonaron el almacén. El
pueblo de Thil-Shohil, liberado de la opresión de Los Oscuros, bullía de vida.
Las risas de los niños resonaban en las calles, adornadas con guirnaldas de
flores. El alcalde, con los ojos húmedos de emoción, les agradeció su valentía.
'Han salvado nuestro hogar', dijo, su voz temblorosa.
Sin embargo, una sombra se cernía
sobre la celebración. Los magos del grupo sentían una energía oscura, una
fuerza maligna que se extendía por el cielo. Las nubes se arremolinaban,
oscuras y amenazantes, ocultando las estrellas. Un frío escalofrío recorrió la
espalda de los aventureros.
La noche cayó sobre Thil-Shohil,
pero la oscuridad era más profunda que de costumbre. Los vientos aullaban como
bestias hambrientas, y las sombras se estiraban y contorsionaban, adoptando
formas grotescas. Los lugareños, que al principio se habían regocijado, ahora
se mostraban inquietos.
Los aventureros se reunieron en
la plaza, mirando hacia el cielo nocturno. El cielo, que debería estar lleno de
estrellas brillantes, comienza a oscurecerse de manera poco natural. Las nubes
se arremolinan en espirales negras y densas, ocultando las estrellas una a una.
Un ominoso silencio se extiende sobre el pueblo, roto solo por el susurro del
viento cargado de electricidad estática.
Sabían que su aventura aún no
había terminado. Una nueva amenaza, más poderosa que cualquier otra, se cernía
sobre ellos. Y esta vez, no sabían qué esperar.
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