Campaña "El despertar de los Dragones": Capítulo VI

 

La Sombra del contrabando

Los aventureros llegan a Thil-Shohil al atardecer, cuando el sol comienza a sumergirse en el horizonte, pintando el cielo de tonos dorados y naranjas que se reflejan en el tranquilo mar. El pequeño pueblo costero se extiende a lo largo de la playa, con casas de madera y techos de paja que se alinean en calles de arena. El sonido suave de las olas rompiendo en la orilla llena el aire, brindando una sensación de serenidad superficial.

Sin embargo, esta serenidad se ve perturbada por la tensión palpable en el aire. Los lugareños se mueven con miradas nerviosas, evitando el contacto visual, como si temieran a algo más que las inclemencias del mar. El pueblo parece silenciado por un miedo constante.

En el centro del pueblo, los aventureros son llevados con las miradas de los lugareños a una modesta casa de madera que actúa como la oficina del alcalde. La casa está adornada con redes de pesca y conchas marinas que cuelgan de las paredes, pero la atmósfera en su interior es sombría. El alcalde, un hombre de edad avanzada con el cabello canoso y el rostro surcado de arrugas profundas llamado Delan, los recibe con ojos cansados y llenos de preocupación.

El alcalde les relata la opresión que sufre el pueblo a manos de Los Oscuros, una banda de contrabandistas que se ha apoderado de Thil-Shohil. Detalla cómo estos criminales han forzado a los lugareños a proporcionar suministros y protección a cambio de no causar daño a la comunidad. Sus palabras están llenas de desesperación, y sus manos temblorosas sostienen un mapa desgastado que marca la ubicación de la cueva donde Los Oscuros tienen su base.

El alcalde mira a los aventureros con ojos suplicantes y concluye su relato con un ruego: "Por favor, nobles viajeros, somos gente humilde y pacífica. No podemos soportar más esta opresión. Los Oscuros nos están robando nuestro sustento y nuestra esperanza. Les suplico que nos ayuden a liberar a Thil-Shohil de esta tiranía".

La sala está llena de un silencio pesado después de su súplica, solo interrumpido por el suave murmullo del mar afuera. Los aventureros se encuentran ante una elección, conscientes de que la decisión que tomen afectará profundamente a esta comunidad costera.

Los aventureros se sumergen en la vida del pueblo, hablan con los lugareños y descubren que la banda está liderada por un enigmático individuo llamado Malik y su compañera Elena. Aprenden que Los Oscuros han estado contrabandeando mercancías ilegales y exigiendo tributos, dejando al pueblo en un estado de miedo constante.

Hablaron con Marius, quien solía ser miembro de Los Oscuros, pero decidió abandonar la banda por razones de conciencia. Ahora vive en la clandestinidad y puede proporcionar información interna sobre Los Oscuros, sus rutas de contrabando y debilidades clave. Marius es un hombre joven de cabello oscuro y ojos marrones. Lleva una capa y un sombrero para ocultar su identidad. Les indicó dónde estaba la cantera y les proporcionó un mapa detallado de la guarida.

El grupo decidió ir primero a la cantera. Con un plan muy elaborado, realizaron una incursión sigilosa y letal, logrando liberar a los lugareños que estaban trabajando como esclavos en la cantera.

La moral, a pesar de los contratiempos, seguía siendo alta. Con la dinamita extraída de la cantera, habían elaborado un plan audaz: volar la guarida desde adentro. Sin embargo, el destino les tendió una emboscada cuando Alma fue descubierta por un mago enemigo. Rápidamente, tuvieron que replantear su estrategia. Idearon un plan macabro: cargar a unos jabalíes con dinamita y animarlos con la magia de Azael para que sembraran el caos en la guarida. Pero la suerte parecía estar en contra del demonio interior de Azael; una crisis de identidad lo dejó sin poder, y los jabalíes quedaron inertes.

Con el tiempo agotándose y los contrabandistas en alerta máxima, se vieron obligados a recurrir a un plan desesperado. Alma, invisible gracias a la magia de Lord Vishnu, abrió un portal dimensional justo detrás de la puerta principal y atravesando a uno de los enemigos, el portal lo partió en dos. Con un salto sincronizado, el grupo se adentró en la guarida, armas en mano y magia preparada para la batalla.

La batalla estalló con la ferocidad de una tormenta. Weedman desató una lluvia de bolas de fuego, cada una más ardiente que la anterior. Lord Vishnu, con la furia de un dios, lanzó rayos ígneos que perforaban la carne y el acero. Alma, con la sabiduría de la naturaleza, invocaba raíces y espinas que surgían del suelo para ensartar a sus enemigos. Dhulk, con una sed de sangre insaciable, convertía su escudo en una cosechadora mortal, cosechando vidas con cada golpe. Azael, a pesar de su debilidad, luchaba con una furia salvaje. En un movimiento desesperado, cercenó de un tajo la cabeza de un contrabandista, su sangre manchando su rostro.

Saltando a bordo del barco, Azael y Dhulk se sumergieron en una carnicería. El escudo de Dhulk, ahora ávido de sangre, se incrustaba en los cuerpos de sus enemigos como si fueran estacas. Azael, acorralado, exhaló un aliento paralizante que congeló a sus atacantes en el acto. Mientras tanto, Weedman y Lord Vishnu luchaban contra una horda de enemigos en la cubierta. Alma, expuesta y vulnerable, fue abatida. Sin embargo, antes de que su vida se apagara, el simbionte que habitaba en ella la mantuvo suspendida en un estado de animación suspendida.

El grito desgarrador de Azael resonó en la cueva, un lamento de dolor y furia. La muerte de Alma había desatado una bestia dentro de él. Con ojos inyectados en sangre, se lanzó sobre sus enemigos, desatando una carnicería sin precedentes. Dhulk, igual de enfurecido, se unió a él, convirtiendo el combate en una danza macabra de acero y sangre. Ante tal ferocidad, algunos contrabandistas huyeron despavoridos, dejando atrás a sus compañeros caídos. Mientras tanto, Weedman, con manos temblorosas, administró una poción de vida a Alma, devolviéndola al mundo de los vivos.

Con la batalla ganada, decidieron borrar todo rastro de su existencia. Utilizaron la dinamita para hacer volar la cueva y el barco, sumiéndolos en las profundidades de la tierra. Antes de partir, registraron los cuerpos de los contrabandistas en busca de objetos de valor, pero solo encontraron un par de pistolas.

De regreso al pueblo, Dhulk tuvo una pesadilla vívida: un dragón plateado, una cueva de lava y un orbe misterioso. Al despertar, Vishnu se dio cuenta de que solo habían tomado las pistolas y no la munición. Sin dudarlo, regresaron al lugar de la batalla para recuperar el cuerpo del contrabandista y las balas que llevaba.

La calavera de Ruath Tulsa, a pesar de su antiguo poder, los había rechazado con desdén. Su indiferencia los había dejado desanimados, pero no derrotados. Lord Vishnu y Azael se adentraron en el bosque en busca de la munición, mientras los demás aguardaban en el pueblo. Al llegar al lugar donde habían dejado el cuerpo, se encontraron con una desagradable sorpresa: había sido saqueado. Antes de que pudieran reaccionar, una criatura fantasmal, con la forma de una cría de elefante, apareció de la nada. Intrigado, Azael observaba a la criatura, pero Lord Vishnu, cegado por la frustración, lanzó un rayo hacia ella. La criatura se disipó en el aire, dejando escapar un aullido agudo que resonó en el bosque. Azael, alarmado por lo sucedido, se volvió invisible, y Lord Vishnu lo imitó, sumiéndose en las sombras.

Justo cuando estaban a punto de registrar el cuerpo, un hombre emergió de las sombras, empuñando dos pistolas humeantes. Azael, invisible, se acercó sigilosamente y lo golpeó con su mandoble. Sin embargo, el hombre se disipó en el aire, revelando una cruel ilusión. Antes de que pudiera reaccionar, un rayo de plasma lo atravesó, quemando su carne hasta los huesos. Lord Vishnu, al ver a su amigo en peligro, desató un rayo ígneo contra el enemigo. Pero el mago, envuelto en una barrera protectora, desvió el ataque con facilidad y respondió con dos rayos de plasma. El primero rozó a Lord Vishnu, quemando su piel, pero el segundo lo impactó de lleno, derritiéndole la espina dorsal. Con un último aliento, Lord Vishnu cayó al suelo, mientras Azael, aprovechando el momento de confusión, se escabullía en la oscuridad.

Azael regresó al pueblo, su rostro pálido y sus ojos llenos de dolor. La noticia de la muerte de Lord Vishnu cayó como un rayo sobre el grupo. Sumidos en la tristeza, decidieron esperar un tiempo prudencial antes de recuperar el cuerpo. Aún existía una posibilidad de salvar a su amigo: la tyrfira, una planta legendaria capaz de resucitar a los muertos. Sin embargo, todos sabían que tal poder tenía un precio terrible.

La tyrfira, una planta legendaria, comenzó a irradiar una luz tenue que envolvió el cuerpo inerte de Lord Vishnu. Cuando la luz se disipó, el elfo yacía allí, pero era como si hubiera sido reescrito. Su cuerpo, antes alto y esbelto, se había encogido hasta alcanzar la estatura de un niño. Sus ojos, antes serenos, ahora brillaban con una intensidad desconocida. Al abrir los ojos, su voz, antes profunda y resonante, era ahora aguda y llena de asombro. '¿Qué ha ocurrido?', preguntó, su voz apenas un susurro. A pesar de su diminuto tamaño, su presencia era imponente. La tyrfira había transformado no solo su cuerpo, sino también su percepción del mundo.

Tras la agotadora batalla en la guarida de los contrabandistas y las secuelas de la extraña resurrección de Lord Vishnu, el grupo anhelaba un poco de paz. Se habían refugiado en una acogedora casa ofrecida por los agradecidos lugareños. Sin embargo, su descanso se vio interrumpido de manera abrupta el tercer día. Un grito desgarrador, seguido del tintineo de espadas, resonó en el aire. El crepúsculo bañaba en oro las colinas que rodeaban la aldea. Dhulk, con la espada desenvainada, luchaba contra sombras. El tintineo del acero y los gritos de dolor rompieron la pacífica tranquilidad del lugar. Dhulk, siempre inquieto, había salido a explorar y ahora era el blanco de un ataque sorpresa. Con el corazón en un puño, los aventureros se precipitaron fuera, dispuestos a rescatar a su amigo.

Lord Vishnu se desvaneció en las sombras, convirtiéndose en un fantasma que se deslizaba entre los árboles. Los demás, con una coordinación asombrosa, se prepararon para la emboscada. Cuando atacaron a los enemigos que asediaban a Dhulk, revelándose con un rugido ensordecedor, creyeron haberlos tomado por sorpresa. Sin embargo, fue una trampa cruel. Un rayo de plasma, escupido por un mago invisible, impactó a Weedman, dejándolo aturdido. Lord Vishnu, a su vez, fue atacado por dos adversarios que surgieron de la nada, sus espadas brillando con una luz siniestra. La batalla se había invertido. Golpes certeros y hechizos letales volaban por el aire. Lord Vishnu y Azael, heridos y cansados, rozaron la muerte en varias ocasiones. Pero fue Dhulk, con la fuerza de un titán, quien dio el golpe final, aplastando al mago y a la guerrera bajo su enorme maza. Alma y Lord Vishnu, con un último esfuerzo, acabaron con Malik, el líder de los contrabandistas. La victoria era suya, pero el precio había sido alto. Solo la runa que abría el almacén permanecía intacta, un macabro trofeo de su triunfo.

Con las bolsas repletas de tesoros exóticos y armas antiguas, los aventureros abandonaron el almacén. El pueblo de Thil-Shohil, liberado de la opresión de Los Oscuros, bullía de vida. Las risas de los niños resonaban en las calles, adornadas con guirnaldas de flores. El alcalde, con los ojos húmedos de emoción, les agradeció su valentía. 'Han salvado nuestro hogar', dijo, su voz temblorosa.

Sin embargo, una sombra se cernía sobre la celebración. Los magos del grupo sentían una energía oscura, una fuerza maligna que se extendía por el cielo. Las nubes se arremolinaban, oscuras y amenazantes, ocultando las estrellas. Un frío escalofrío recorrió la espalda de los aventureros.

La noche cayó sobre Thil-Shohil, pero la oscuridad era más profunda que de costumbre. Los vientos aullaban como bestias hambrientas, y las sombras se estiraban y contorsionaban, adoptando formas grotescas. Los lugareños, que al principio se habían regocijado, ahora se mostraban inquietos.

Los aventureros se reunieron en la plaza, mirando hacia el cielo nocturno. El cielo, que debería estar lleno de estrellas brillantes, comienza a oscurecerse de manera poco natural. Las nubes se arremolinan en espirales negras y densas, ocultando las estrellas una a una. Un ominoso silencio se extiende sobre el pueblo, roto solo por el susurro del viento cargado de electricidad estática.

Sabían que su aventura aún no había terminado. Una nueva amenaza, más poderosa que cualquier otra, se cernía sobre ellos. Y esta vez, no sabían qué esperar.

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