Tyrmagon, el Dragón de la Oscuridad Infinita
En los albores de
la creación, cuando el universo era solo un lienzo en blanco, Tyrmagon surgió
de las profundidades insondables del cosmos. Su origen era tan antiguo como el
mismo tiempo, una entidad nacida de las sombras primigenias que danzaban en el abismo
cósmico. No era simplemente un dragón, sino la personificación de la oscuridad
infinita que habitaba en el rincón más remoto del universo en formación.
Su esencia oscura
se fundió con la nada misma, y en ese proceso, Tyrmagon cobró conciencia. Su
existencia se convirtió en un poema macabro, una narrativa de sombras que
buscaban envolver todo en un abrazo sin fin. Beldar, aún en su infancia como un
mundo por nacer, fue testigo de la llegada de esta entidad ominosa, la
encarnación de las sombras que acechaban en los rincones más oscuros del
cosmos.
Mientras Beldar
tomaba forma y las primeras chispas de vida danzaban en su superficie, Tyrmagon
buscaba someter la realidad a su voluntad. La oscuridad que emanaba de su ser
se convirtió en la antítesis de la luz que comenzaba a esparcirse por el
incipiente mundo. Las sombras que proyectaba no solo eran la ausencia de luz,
sino un manto tangible que amenazaba con devorar cada destello de vida que se
aventuraba en su dominio.
Fue
en ese momento crítico que los demás dragones, aún en su gestación como
guardianes de Beldar, percibieron la amenaza que representaba Tyrmagon. En un
acto de intuición colectiva, unieron sus esencias en un pacto ancestral para
proteger la creación que estaba naciendo. Cada uno de ellos contribuyó con su
esencia única: Aurelion, el Dragón Solar, aportó su luz; Vorathrax, el Dragón
del Abismo, contribuyó con la profundidad de los océanos; Pyrothrax, el Dragón
Ígneo, ofreció el fuego que ardía en su interior; Zephyros, el Dragón de los
Vientos, donó la fuerza de los vendavales; Terramorth, el Dragón de la Tierra
Viva, compartió la esencia de la naturaleza; Aquarion, el Dragón de las Aguas
Puras, aportó la pureza del agua; y finalmente, un dragón aún no nombrado, que
simbolizaba la esencia de la vida misma.
Este pacto, conocido como la Unión Primordial, selló sus destinos en la defensa de Beldar. Juntos, enfrentaron a Tyrmagon en un enfrentamiento titánico que resonó a través de los cielos primigenios. La oscuridad luchó contra la luz, las sombras contra la luminiscencia, en un conflicto que trascendía la existencia misma.
El choque de
estas fuerzas opuestas dejó su huella en el tejido mismo de la realidad. En su
esfuerzo por someter a Tyrmagon, los dragones tejieron un velo mágico que se
convirtió en el tejido místico que envolvía a Beldar. Esta barrera mágica,
sutil pero poderosa, actuó como un escudo que protegía el mundo de las sombras
interminables de Tyrmagon.
Finalmente, los
dragones lograron contener a Tyrmagon en las profundidades del abismo oscuro.
Sin embargo, a pesar de haber sellado su presencia, la oscuridad persistía, y
la lucha contra la amenaza de Tyrmagon continuó a lo largo de las eras. La
Unión Primordial se convirtió en los guardianes eternos de Beldar, jurando
protegerlo de las sombras que acechaban más allá de su tejido mágico.
Aunque Tyrmagon
quedó atrapado en las sombras, su influencia perduró. Sembró las semillas de la
desconfianza y la oscuridad en los corazones de las criaturas que habitarían
Beldar, dejando un legado que resonaría a través de las eras. La lucha contra
la oscuridad se convirtió en una danza interminable entre la luz y las sombras,
un equilibrio frágil que definiría la historia de Beldar en los milenios por
venir.
Se dice que Tyrmagon reside en las profundidades de la Cordillera del Espina Glacial y es un maestro de las sombras y la oscuridad. Antes de ser recluido en el orbe de los Dragones.
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