Aurelion, el Dragón Solar
Aurelion, en
contraste con Tyrmagon, nació de la luz que emanaba de las primeras estrellas.
Su esencia dorada y resplandeciente fue un faro de sabiduría y bondad. Aurelion
juró proteger a Beldar de las tinieblas que amenazaban con envolverlo. Su
aliento solar forjó las montañas más altas, estableciendo su morada en la cima,
donde podía vigilar toda la tierra.
En los albores de
la creación, cuando las estrellas comenzaron a parpadear en el vasto lienzo del
cosmos, Aurelion emergió de la luz que danzaba en las profundidades del
espacio. Su origen estaba entrelazado con el resplandor dorado de las primeras
estrellas, y su esencia irradiaba una luz única y celestial. Este majestuoso
ser se convertiría en el Dragón Solar, la antítesis de la oscuridad infinita
personificada por Tyrmagon.
Aurelion no solo era un dragón, sino una encarnación de la luz, la sabiduría y la bondad. Mientras Tyrmagon buscaba envolver a Beldar en las sombras interminables, Aurelion se erigió como el guardián de la luz que disiparía la oscuridad. Su presencia era un faro de esperanza en un mundo que empezaba a tomar forma, una promesa de que la luz prevalecería sobre las sombras.
Este espléndido dragón solar no solo era físicamente imponente, con escamas doradas que
reflejaban la luz de las estrellas, sino que también emanaba una energía celestial que tocaba todo lo que le rodeaba. Su vuelo era una danza celestial en los cielos recién creados, y su aliento era como un rayo de sol que forjaba la tierra que se extendía bajo sus alas.
Aurelion juró una solemnidad eterna: proteger a Beldar de las tinieblas que amenazaban con
envolverlo. Se convirtió en el guardián de la creación, el defensor de la luz en un mundo en gestación. Sus ojos, tan brillantes como las estrellas mismas, contemplaban el horizonte con una mirada sabia y vigilante.
El dragón solar estableció su morada en la cima de las montañas más altas que emergían en la
nueva tierra de Beldar. En lo alto, podía vigilar todo el reino en crecimiento y extender su protección a cada rincón. Su guarida se convirtió en un santuario de luz, un lugar donde los rayos del sol danzaban en armonía con sus escamas doradas.
Se cuenta que el aliento de Aurelion tenía el poder de forjar la propia estructura de la tierra. Cuando exhalaba, las montañas se alzaban, los valles se formaban y los ríos empezaban a fluir. La geografía misma de Beldar llevaba la marca del aliento solar de Aurelion, una intervención divina que daba forma al mundo en crecimiento.
Aurelion no solo era un defensor físico de Beldar, sino también un maestro de la sabiduría y la
guía. Se decía que los primeros elfos, criaturas recién nacidas en este mundo, fueron bendecidos con la sabiduría de Aurelion. Este dragón solar compartió con ellos los conocimientos ancestrales, enseñándoles a vivir en armonía con la tierra y a proteger la luz que iluminaba sus vidas.
El legado de Aurelion persistió a lo largo de las eras. A medida que Beldar florecía y las civilizaciones emergían, su influencia benevolente se reflejaba en la arquitectura, la cultura y la espiritualidad de los habitantes de este mundo mágico. Las historias de Aurelion, el Dragón Solar, se contaban como cuentos de esperanza y guía, transmitidos de generación en generación.
La presencia de Aurelion se volvió esencial en la mitología de Beldar. Los elfos, en particular, veneraban al dragón solar como una deidad benevolente, una entidad cuya luz inspiraba la creación y protegía contra las sombras que amenazaban con oscurecer la tierra. Los templos erigidos en su honor eran lugares de peregrinación, donde los devotos buscaban la bendición del dragón solar.
A medida que los siglos avanzaban, Aurelion continuó su eterna vigilia desde lo alto de sus
montañas, su luz brillando en la oscuridad como un faro de esperanza. Su compromiso inquebrantable con la protección de Beldar resonaba en cada rincón de este mundo mágico, recordando a todos que, incluso en los tiempos más oscuros, la luz prevalecería.
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