Capítulo 1: Encuentro en el Bosque
La
historia de Lirion y Alanna comenzó en el corazón mismo de Beldar, un mundo
mágico donde elfos y humanos coexistían, aunque de manera tensa. Lirion, un
joven elfo, había crecido en un pueblo del bosque élfico llamado Aranthalas.
Había sido criado en una tradición de amor por la naturaleza, la magia y una
profunda desconfianza hacia los humanos. Los elfos, con su longevidad y
afinidad natural con la magia, se consideraban superiores y aislados del mundo
exterior. Sin embargo, Lirion era diferente. Desde temprana edad, había sentido
una curiosidad innata por el mundo humano y sus misterios.
En las
mañanas, antes del amanecer, Lirion escapaba a las profundidades del bosque,
cruzando la frontera invisible que separaba el reino de los elfos del mundo
humano. Sus amigos elfos se burlaban de él, llamándolo "el curioso".
Pero Lirion no se inmutaba. Había algo en la magia del mundo humano que lo
llamaba, algo que no podía ignorar.
Un
día, mientras se aventuraba más allá de los límites del bosque, Lirion notó una
forma entre los árboles. Al principio, pensó que era un ciervo, pero al
acercarse, se dio cuenta de que era una joven humana. Ella estaba recogiendo
flores silvestres y cantando una canción suave mientras tejía guirnaldas de
colores en su cabello.
La voz
de Alanna era como una melodía encantadora, y Lirion quedó cautivado por su
belleza. Pero fue su amor por la naturaleza y su respeto por el mundo que los
rodeaba lo que realmente lo conmovió. Alanna no solo recogía flores; también
las tocaba con ternura y agradecimiento. Lirion había visto a pocos humanos que
mostraran tal respeto por la naturaleza, y eso lo sorprendió profundamente.
Permaneció
oculto entre los árboles, observando a Alanna con asombro. Cuando ella terminó
de tejer las guirnaldas y se levantó para irse, él no pudo evitar mover una
rama por accidente. Alanna se detuvo, mirando en su dirección con sorpresa.
Lirion
quedó petrificado, y durante un instante, sus ojos se encontraron. Fue un
momento fugaz, pero en ese momento, sintió una conexión profunda con la joven
humana. La timidez se apoderó de él, y desapareció entre los árboles antes de
que Alanna pudiera investigar más a fondo.
Esa
noche, Lirion no pudo quitarse de la cabeza la imagen de la joven humana. Su
cabello dorado y sus ojos vivaces habían dejado una impresión imborrable. Su
corazón latía con emoción, pero también con preocupación. ¿Cómo podía un elfo,
un habitante del mundo mágico, acercarse a una humana?
Decidió
buscar respuestas en el anciano del pueblo, un sabio llamado Arion. Arion había
vivido durante muchas generaciones y había acumulado conocimientos que pocos
elfos poseían. Lirion compartió su encuentro con Alanna y expresó su curiosidad
por el mundo humano.
Arion
lo escuchó con atención y luego, con una sonrisa comprensiva, le explicó la
historia de la relación entre elfos y humanos en Beldar. Habló de siglos de
desconfianza y prejuicios, de la creencia de que los humanos eran una especie
inferior, incapaz de entender la complejidad de la naturaleza mágica de Beldar.
Pero
también habló de excepciones, de humanos que habían demostrado su valía y
respeto por la naturaleza. Mencionó leyendas de amistades y alianzas entre
elfos y humanos en tiempos remotos, aunque eran pocas y distantes.
Arion
aconsejó a Lirion que tuviera cuidado, ya que su curiosidad podría ser
peligrosa. Pero también reconoció que cada individuo era único y que no todos
los humanos eran iguales. Animó a Lirion a explorar su curiosidad con
precaución, pero con un corazón abierto.
Después
de su conversación con Arion, Lirion no pudo dejar de pensar en Alanna. Decidió
que la siguiente vez que se encontraran, no huiría. Estaba decidido a conocerla
y descubrir si la conexión que había sentido era real.
Días
después, Lirion regresó al mismo lugar en el bosque, esperando que el destino
le concediera otro encuentro con Alanna. Sabía que estaba tomando un riesgo,
que su amor por una humana podría poner en peligro su relación con su propio
pueblo. Pero su corazón y su curiosidad eran más fuertes que sus miedos.
Alanna,
como si el bosque mismo la guiara, apareció de nuevo entre los árboles. Esta
vez, no hubo sorpresa ni miradas fugaces. Se encontraron cara a cara, y una
sonrisa cálida se extendió por el rostro de Alanna al ver a Lirion.
Lirion
habló primero, presentándose como un elfo de Aranthalas. Le contó a Alanna
sobre su amor por la naturaleza y su deseo de explorar el mundo humano. Alanna,
sin reservas, compartió sus propios sueños y aspiraciones. Habló de su amor por
la naturaleza, su pasión por la música y su deseo de aprender sobre la magia de
Beldar.
A
medida que conversaban, la conexión entre ellos se fortaleció. Sus mundos,
aunque diferentes, se complementaban de una manera asombrosa. No se dieron
cuenta del tiempo que pasó; sus palabras fluían como las aguas de un río, sin
esfuerzo y sin fin.
Cuando
el sol comenzó a ponerse en el horizonte, ambos supieron que debían separarse.
Pero antes de hacerlo, Lirion le entregó a Alanna una pequeña flor silvestre
que había recogido en su camino hacia el bosque. Le dijo que era un símbolo de
amistad y respeto, una promesa de que se encontrarían de nuevo.
Con
una sonrisa, Alanna aceptó la flor y prometió regresar al bosque para su
próximo encuentro. No sabían cuán peligroso sería su amor ni las pruebas que
tendrían que superar, pero en ese momento, en medio del bosque mágico de
Beldar, nació una historia de amor que desafiaría todas las probabilidades.
El sol se ocultó en el horizonte, y los dos amantes se separaron, cada uno con un brillo en los ojos y un anhelo en el corazón. La historia de Lirion y Alanna acababa de comenzar, y con ella, una nueva página en la historia de Beldar. El destino, como el bosque mismo, tejía su camino a través del tiempo y los corazones de aquellos que se atrevían a desafiar la norma.
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