Capítulo I "El principio"
Las
ruinas de Adler
Una voz misteriosa
parecía susurrar su nombre, instándola a aventurarse en el espeso bosque
cercano. Aunque esta llamada era inaudible para el resto del grupo, Alma no
pudo resistir la curiosidad y el impulso de seguir la enigmática voz. Sus
compañeros, sintiendo su determinación, la siguieron con una mezcla de
preocupación y anticipación.
Guiados por esta voz
desconocida, el grupo avanzó a través de la vegetación del bosque, dejando
atrás el puente que pronto colapsaría. En medio del follaje, Alma hizo un
descubrimiento asombroso: un huevo escamado de dragón, tallado en piedra, pero
parecía latir con una vida interior latente. Mientras lo sostenía, una
sensación de daño repentino recorrió su brazo, dejando un tatuaje en forma de
un feroz dragón rojo. Aunque la marca desapareció al cabo de unos segundos, la
conexión entre Alma y el huevo parecía indeleble.
Con una mezcla de
asombro y cautela, el demonio decidió tomar el huevo en sus manos. Sin embargo,
en un giro inesperado, sus ropajes comenzaron a arder ante el toque del huevo.
La visión de las llamas danzando sobre su figura lo llevó a soltar el huevo
rápidamente, sus ropas parcialmente consumidas por el fuego antes de que
pudiera reaccionar. La experiencia dejó en claro que el huevo tenía una
naturaleza poderosa y peligrosa que no podía ser subestimada.
A medida que el grupo
reflexionaba sobre estos eventos, quedó claro que habían sido parte de algo
único y místico. A pesar de los riesgos y las incógnitas, Alma y sus compañeros
habían seguido la llamada del misterioso bosque y habían encontrado un huevo de
dragón de piedra que parecía latir con una vida secreta. Los acontecimientos
habían dejado una impresión profunda en el grupo, recordándoles que el mundo en
el que se aventuraban estaba lleno de maravillas y peligros inesperados, y que
sus caminos estaban entrelazados con fuerzas más allá de su comprensión.
Camino a las ruinas,
el demonio sin querer rompió un puente que cruzaba unas aguas un poco estancadas
y malolientas, con muchos apuros consiguieron cruzar para seguir el camino a
las ruinas.
Mientras se dirigían
hacia las antiguas ruinas, un giro inesperado de eventos ocurrió cuando, sin
quererlo, el demonio provocó la ruptura del puente que atravesaba un cuerpo de
agua que emanaba un desagradable olor y mostraba signos de estancamiento. La
estructura del puente cedió bajo su peso, creando un momento de tensión y
sorpresa para el grupo.
A pesar de este
obstáculo inesperado, nuestros aventureros no se dejaron vencer. Con
determinación y esfuerzo conjunto, lograron superar los apuros y dificultades
que se presentaron ante ellos. Trabajaron juntos, utilizando su ingenio y
habilidades para encontrar una solución que les permitiera cruzar el cuerpo de agua
y continuar su camino hacia las ruinas.
Finalmente, superaron
este desafío imprevisto y continuaron avanzando hacia las ruinas con renovado
espíritu. Aunque el incidente del puente había creado un momento de
complicación, el grupo demostró su capacidad para adaptarse y superar
obstáculos, recordándoles que la fuerza de su unidad y cooperación era su mayor
recurso en su búsqueda de descubrimientos y aventuras en las ruinas por
delante.
Llegaron a las ruinas
de Adler al anochecer, cuando las sombras de la noche comenzaban a envolver el
lugar. Con cautela, realizaron una revisión exhaustiva de las ruinas, sus
linternas iluminando pasillos oscuros y misteriosos. En medio de esa oscuridad,
se toparon con un macabro hallazgo: un esqueleto emergió de las sombras
proyectadas en una de las paredes.
Con una precisión
asombrosa, Azael empuñó su espada y asestó un golpe certero que hizo que la
hoja se hundiera entre las costillas del esqueleto. Un segundo movimiento hábil
partió la columna del enemigo, pero su sorpresa fue mayúscula cuando, al cabo
de unos instantes, observaron cómo el esqueleto comenzaba a regenerarse ante
sus ojos. Con determinación, emplearon piedras para destrozar los huesos del
esqueleto, pero la regeneración persistía sin tregua. Finalmente, comprendieron
que debían destruir la cabeza para poner fin a esta macabra resurrección.
Después de explorar
más a fondo las ruinas, se aventuraron en una sala singular. En su centro se
alzaban cuatro columnas imponentes, flanqueadas por tres estatuas misteriosas.
Dos esqueletos, custodios de este antiguo recinto, se interpusieron en su
camino. Fue Weedman quien, después de enfrentar numerosos desafíos, logró
aplacar a uno de los esqueletos con una canción mágica. Mientras tanto, Alma,
Gandar y Azael se enzarzaron en una encarnizada batalla contra su oponente,
pero no sin antes que Alma resultara herida de gravedad en un feroz golpe.
La tragedia se cernió
sobre ellos cuando Azael, en su arrebato de ira al ver a su amiga caer, puso
fin al último esqueleto. En ese momento, el misterioso huevo de dragón que
habían encontrado anteriormente, y que ya les había protegido de un ataque
certero del primer esqueleto, emitió una llamarada que envolvió el cuerpo
inerte de Alma, creando un capullo de fuego a su alrededor. Con una tyrfira
pudieron revivir a su amiga recién muerta.
Con los dos esqueletos
finalmente derrotados, las cuatro columnas en la sala comenzaron a resonar con
una energía mágica. Azael, el más versado en lectura de runas, examinó las
inscripciones que surgieron en cada columna. Para su sorpresa, los nombres de
cada uno de los personajes estaban inscritos: Weedman, Gandar, Azael y Alma.
Siguiendo su intuición, los aventureros se colocaron cada uno en su respectiva
columna.
Las estatuas, como si
hubieran cobrado vida, se movieron, revelando unas escaleras que descendían
misteriosamente en las profundidades de las ruinas...
En las catacumbas, los
aventureros demostraron su pericia al sortear trampas mortales en su búsqueda
incansable.
Los valientes aventureros
se enfrentaron a un esqueleto aberrante, una criatura de cuatro brazos que
parecía haber surgido de las pesadillas más oscuras. La batalla fue feroz y
desafiante, ya que el esqueleto demostró ser un enemigo formidable.
Con cada movimiento
coordinado y estrategia que emplearon, los aventureros lucharon incansablemente
para derrotar a la abominación. Fue en ese momento crucial que Weedman, con su
magia única y melodiosa, desató un hechizo que desequilibró al esqueleto,
debilitando su resistencia y dejándolo vulnerable.
Trabajando juntos, los
aventureros aprovecharon la oportunidad y redoblaron sus esfuerzos. Con golpes
certeros y el poder de la magia, finalmente lograron derrotar al esqueleto de
cuatro brazos. Su victoria fue un testimonio de su valentía y habilidades,
demostrando que ningún desafío era insuperable para este intrépido grupo de
compañeros de aventuras.
Sin embargo, justo
cuando cruzaron el umbral de la sala del tesoro, la fatalidad acechó. Diez
dardos mortales se lanzaron con precisión letal, impactando directamente en el
demonio Azael. En un giro dramático de los acontecimientos, Azael, aún
consciente de su inminente destino, hizo un gesto apresurado hacia sus
compañeros para advertirles de la amenaza. Trágicamente, Azael sucumbió a las
trampas, pero en un acto de valentía y rapidez, alcanzó un frasco de agua que
había recogido previamente. Sin vacilar, hizo que el demonio bebiera de él,
revirtiendo lo que parecía ser una muerte segura.
Explorando el tesoro
que habían descubierto, encontraron una armadura imponente que emanaba un aura
de poder, además de una abundante colección de monedas de oro y valiosas gemas
que centelleaban en la penumbra de la sala. Cuatro espadas mágicas, con hojas
centelleantes y grabados misteriosos, y un arco acompañado de un carcaj lleno
de flechas completaban el tesoro, prometiendo a los aventureros no solo
riqueza, sino también un poder sin igual.
Los corazones de los
aventureros se llenaron de emociones encontradas, ya que celebraron su éxito y
la vida de Azael, al tiempo que contemplaban las riquezas y las armas mágicas
que habían conquistado en las profundidades de las catacumbas. El camino aún
estaba lleno de incertidumbres, pero la fortuna había sonreído a los valientes
que se atrevieron a desafiar las trampas mortales en busca de la recompensa
final.
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