Capítulo I: “El principio”
La
fiesta de la cosecha
El sol se ocultaba en el horizonte,
teñiendo el cielo de tonos dorados y rosados mientras Weedman, el bardo
errante, se dirigía hacia Freyshell. Había sido contratado para animar las
noches festivas de la ciudad con su música encantadora y exótica. A medida que
avanzaba por los senderos del bosque que llevaban a la ciudad, la melodía de
sus canciones se filtraba entre los árboles, llenando el aire con una dulce y
mágica armonía.
Weedman, de cabello largo y barba
rizada, tocaba con pasión su laúd de ébano, produciendo melodías que parecían
brotar de las profundidades del bosque. Los susurros del viento se mezclaban
con las notas de su música, creando una sinfonía que atraía la curiosidad de
cualquier criatura que se cruzara en su camino.
Gandar, un montaraz curtido por los
años de vida en los bosques salvajes, había estado siguiendo el rastro de
bestias salvajes que habían amenazado la seguridad de la festividad de la
cosecha en Freyshell. Cuando escuchó la música de Weedman resonando entre los
árboles, su curiosidad superó su cautela natural. Se adentró en el bosque, siguiendo
el sonido.
Mientras tanto, Dhulk, un medio
gigante de aspecto imponente, pero corazón noble, también se dirigía hacia la
fiesta de la cosecha. A pesar de su apariencia intimidante, deseaba conectar
con otros seres en tiempos de celebración y compartir la alegría de la
festividad. Cuando escuchó la música de Weedman desde lejos, su curiosidad
superó cualquier otra consideración, y decidió seguir el encantador sonido.
Alma, una druida elfa de cabello
ébano y ojos profundos, se embarcó en el viaje hacia Freyshell en busca de
compañía y aventura. La acompañaba su inusual amigo y protector, Azael, un
demonio de gran poder con una apariencia formidable, pero con un alma leal y
bondadosa. La música de Weedman resonó en el alma sensible de Alma, y ambos
sintieron la necesidad de acercarse al bardo y compartir momentos de alegría y
magia con él.
La fiesta de la cosecha en
Freyshell estaba en pleno apogeo cuando Weedman llegó a la ciudad. La energía
festiva llenaba el aire, y la gente se entregaba a la celebración con
entusiasmo. Weedman se presentó ante el público como el bardo que amenizaría
las noches festivas con su música, y su encantadora actuación cautivó a todos
los presentes, desde los más jóvenes hasta los más ancianos.
Después de su actuación, Weedman se
retiró a un rincón tranquilo de la taberna, donde comenzó a afinar su laúd. Fue
allí donde Gandar, Dhulk, Alma y Azael se acercaron al bardo, atraídos por la
música y la energía que había infundido en la ciudad. Aunque las diferencias
entre sus razas y orígenes eran notables, la magia de la música los unió en un
vínculo especial y único.
Gandar, con su rostro curtido por
la intemperie, compartió historias de sus expediciones en los bosques salvajes,
mientras Dhulk, con su sonrisa amigable y su corazón cálido, relataba cuentos
de sus viajes y aventuras por la vasta tierra de Beldar. Alma, con sus ojos
brillantes y mirada profunda, habló de su conexión con la naturaleza y de los
misterios que había descubierto en su papel como druida. Azael, el demonio de aspecto
imponente pero alma leal, compartió historias de su pasado y su deseo de
proteger a Alma en todas sus empresas.
Con el paso de los días, Weedman,
Gandar, Dhulk, Alma y Azael se convirtieron en un equipo inquebrantable,
explorando juntos el encanto de la fiesta de la cosecha y enfrentando cualquier
desafío que se presentara. Sus personalidades complementarias y la magia de la
música los convertían en un grupo irresistible y querido por todos los que les
rodeaban.
Sin embargo, la verdadera prueba de
su amistad llegó en un altercado inesperado en la taberna durante la
festividad. Mientras Weedman tocaba una canción animada en su laúd, un borracho
local comenzó a acosar a Alma, la druida elfa. La situación se volvió tensa
cuando el borracho, envalentonado por el alcohol, se volvió agresivo.
Weedman y Alma intentaron
solucionar la situación de manera pacífica, pero la borrachera había hecho
mella en el hombre, y se negaba a escuchar razones. Azael, el demonio
protector, se mantuvo alerta, mientras Gandar, el montaraz, se aproximaba
sigilosamente, evaluando la situación.
La confrontación escaló cuando el
líder del grupo al que pertenecía el borracho vio cómo Weedman y Alma
utilizaban la magia para intentar que su amigo se calmara. Esto lo enfureció, y
comenzó a rodear al grupo con sus secuaces, desatando el caos en la taberna.
Azael, con su imponente presencia,
y Gandar, con su destreza en el combate, sacaron sus armas para proteger a sus
amigos. Dhulk, el medio gigante, intentó desarmar a algunos de los alborotadores
con su fuerza abrumadora, pero su falta de control llevó a una serie de choques
y golpes accidentales que empeoraron la situación.
La situación se volvió caótica y
amenazadora, y la taberna se llenó de gritos y confusión. Sin embargo, antes de
que la violencia pudiera escalar aún más, la guardia de la ciudad intervino.
Los guardias, entrenados para lidiar con situaciones complicadas durante la
festividad de la cosecha, dialogaron con los alborotadores y lograron restaurar
la paz en la taberna.
Cuando finalmente abandonaron el
lugar, el tabernero se acercó al grupo de aventureros con gratitud en los ojos.
A pesar del caos, había notado cómo habían hecho frente a la banda de maleantes
y cómo habían intentado resolver la situación de manera pacífica en un
principio. Les agradeció por su valentía y les ofreció una bebida en señal de
amistad.
La amistad entre Weedman, Gandar,
Dhulk, Alma y Azael se fortaleció aún más después de este incidente. Aunque
habían enfrentado un desafío inesperado, habían demostrado que juntos eran un
equipo formidable y que la música, la amistad y la camaradería podían superar
cualquier barrera, incluso la de las supersticiones y los malos augurios. Desde
aquel día, continuaron viajando juntos, compartiendo aventuras y música en cada
rincón de Beldar y más allá, dejando una huella indeleble en la historia de
Beldar.
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