Weedman de Turak
Con cada
paso que Weedman daba fuera del Gran Bosque de Turak, el sonido de la música de
los humanos lo cautivaba más y más.
Un día,
mientras viajaba cerca de la frontera oriental de Beldar, escuchó a lo lejos el
dulce canto de un bardo humano.
Las
melodías resonaron en su corazón de manera tan profunda que sintió una conexión
inmediata con aquel arte humano.
Intrigado
y emocionado por esa música desconocida, Weedman se acercó cautelosamente al
lugar de donde provenía.
Lo que
vio y escuchó lo dejó maravillado. El bardo humano estaba rodeado de una
audiencia entusiasta que aplaudía y disfrutaba de cada nota que brotaba de su
instrumento.
Weedman
se quedó a escuchar durante horas, absorto en la magia de aquellos acordes que
llegaban a su alma a pesar de no entender las palabras.
Sabía que
no podía seguir siendo solo un espectador, que tenía que ser parte de esa
música que lo había enamorado.
Decidió
entonces que se convertiría en un bardo y llevaría las melodías encantadoras de
los biligath a los corazones de los humanos.
Siendo un
biligath, su música resonaría de una forma especial en los oídos de los
humanos, aunque no entendieran las letras, la emotividad y belleza de sus
interpretaciones los atraerían.
Antes de
partir en su nueva aventura como bardo, Weedman buscó a los ancianos de su
comunidad y les contó sus intenciones.
Aunque
algunos se mostraron reticentes por el miedo a los augurios desfavorables,
otros vieron en la decisión de Weedman la realización de la profecía que
hablaba de un biligath que llevaría el espíritu del Gran Bosque de Turak al
mundo exterior.
Con la
bendición y aliento de quienes lo apoyaban, Weedman se preparó para su viaje
como bardo.
Aprendió
a tocar diversos instrumentos con la misma pasión y dedicación con la que solía
interpretar las señales del entorno. Su música, aunque no hablaba ningún idioma
humano, era una mezcla de emociones que resonaban profundamente en quienes la
escuchaban.
Weedman
se convirtió en un errante trovador, recorriendo Beldar y más allá,
compartiendo sus canciones en tabernas, plazas y cortes reales.
La fama
de su música inusual y hermosa se propagó rápidamente, y los humanos se
maravillaban de la conexión que sentían con esa melodía exótica que emanaba de
su corazón.
A pesar
de su éxito como bardo, Weedman no podía deshacerse de su naturaleza
supersticiosa.
Los malos
augurios aún lo afectaban y, en ocasiones, amenazaban con ahogar su confianza
en sí mismo. Sin embargo, encontró consuelo en su música, que se convirtió en
su escape y en una manera de canalizar sus miedos y esperanzas en cada
interpretación.
Weedman
llevó su música a través de diferentes tierras y culturas, uniendo a personas
de diversas razas con su don especial.
Aunque a
veces se encontraba en situaciones difíciles debido a sus supersticiones,
siempre encontraba el coraje para enfrentar los desafíos y seguir adelante,
sabiendo que su música tenía un propósito más allá de sus temores personales.
Con el
tiempo, Weedman dejó una huella imborrable en la historia de Beldar y más allá.
Los
bardos biligath se convirtieron en figuras respetadas y buscadas en todo el
mundo humano, y su legado se transmitió de generación en generación.
A pesar
de su éxito y fama, Weedman nunca olvidó sus raíces en el Gran Bosque de Turak
y siempre regresaba periódicamente para compartir sus nuevas canciones con su
comunidad.
Su amor
por la música de los humanos y su búsqueda constante de superar los malos
augurios lo convirtieron en una leyenda, un embajador musical que trascendía
las fronteras de las razas y las supersticiones.
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