Gandar Gahladran de Wethora
En la
ciudad de Wethora, ubicado en el país de Thadil, nació Gandar Gahladran, un
joven que desde temprana edad mostró una fuerte convicción hacia la justicia y
un deseo profundo de proteger a los inocentes. Hijo de Thaldir Gahladran, un
respetado guardia de la localidad, y de su amada esposa, Elara, Gandar creció
rodeado de historias sobre la importancia del orden y la paz en la sociedad.
Pero, a
pesar de su crianza en un hogar lleno de amor, un trauma oculto acechaba en lo
profundo de su ser. Cuando era solo un niño, un trágico accidente en el pueblo
cambió su vida para siempre. Una tarde, mientras jugaba en el bosque cercano,
Gandar se encontró con un incendio descontrolado que consumía una parte del
frondoso manto verde.
En lugar de huir, una inexplicable fascinación se apoderó de él. La furia devoradora del fuego lo atraía de una manera irracional. Su mirada se quedó fija en las llamas danzantes y en el humo ascendente. No pudo resistir el impulso de acercarse más, de sentir el calor en su piel y de inhalar el olor del fuego. Desde ese momento, una extraña y peligrosa atracción hacia el fuego se arraigó en su corazón.
A pesar
de que el incidente fue solo un accidente, el trauma resultante dejó una marca
indeleble en la mente de Gandar. La necesidad urgente de encender fuegos sin
razón aparente se volvió una carga que debía soportar en silencio. Sin embargo,
para proteger a aquellos a quienes amaba, se esforzó por resistir la urgencia y
el deseo incontrolable de ver arder el fuego.
En su
infancia, poco después del trágico accidente que lo marcó con su fascinación
por el fuego, Gandar experimentó otro evento inusual que dejó una marca mística
en su ser. En una noche estrellada, mientras meditaba en el bosque en busca de
paz interior, una misteriosa criatura apareció ante él. Era una esbelta y
enigmática figura, con la piel brillante y los ojos resplandecientes.
La
criatura se presentó como un ser espiritual antiguo y le habló a Gandar sobre
su conexión especial con el mundo y los dones innatos que llevaba dentro. A
medida que la conversación avanzaba, Gandar sintió una extraña sensación en su
frente. Cuando miró en un espejo cercano, descubrió que había adquirido un
tercer ojo en su frente, que irradiaba una suave luz dorada.
Con el
tercer ojo, Gandar adquirió la capacidad de ver el aura de las personas a su
alrededor. El brillo y los colores que emanaban de cada individuo le revelaban
la verdadera naturaleza de su corazón. Podía distinguir si una persona era
buena, malvada o neutral, lo que le permitía tomar decisiones más sabias y
justas en sus acciones y relaciones.
Esta
nueva habilidad le sirvió en su camino como oficial de la ley en Wethora,
ayudándole a discernir la verdadera intención de aquellos con los que se
encontraba en su lucha por la justicia. Sin embargo, también le recordó
constantemente las sombras que acechaban en su interior, ya que podía ver el aura de sí mismo y percibir su lucha interna.
Con el
tercer ojo como una parte inusual de su ser, Gandar continuó su búsqueda de
redimirse y encontrar el equilibrio entre su pasión por proteger a los
inocentes y su oscura atracción hacia el fuego. Cada vez que miraba su reflejo
y veía el tercer ojo en su frente, recordaba la importancia de enfrentar sus
demonios internos y encontrar la paz interior.
A medida
que Gandar creció, se convirtió en oficial de la ley, siguiendo los pasos de su
padre. Su dedicación a la justicia y al deber era innegable, pero el secreto
que ocultaba se convirtió en una batalla interna constante. A veces, durante
patrullas nocturnas, se encontraba hipnotizado por el brillo de las llamas que
bailaban en las chimeneas de las casas. Pero siempre se esforzaba por mantener
su atención en sus deberes oficiales, sabiendo que no podía ceder a la
atracción que sentía.
Un día
fatídico, mientras combatía a un grupo de bandidos que amenazaban el pueblo,
Gandar se encontró en medio de un incendio provocado por los criminales para
escapar de su captura. El fuego rodeaba todo, y su corazón se aceleró ante la
visión del fulgor y la destrucción que crepitaba a su alrededor. Sin embargo,
en ese momento crucial, Gandar encontró la fuerza para resistir la atracción y
concentrarse en proteger a los habitantes de Wethora.
Aunque logró salvar a muchos, un ser querido, su amada compañera de vida, se vio atrapada en las llamas antes de que pudiera rescatarla. La impotencia y el dolor lo abrumaron, sintiendo que su lucha interna había afectado directamente a alguien que amaba. Gandar se culpó a sí mismo por no haber superado sus demonios a tiempo para proteger a la mujer que significaba todo para él.
A partir
de ese día, decidió dejar su posición como oficial de la ley en Wethora,
sintiendo que su lucha interna ponía en peligro a quienes quería proteger.
Partió en busca de redimirse y encontrar una forma de enfrentar sus demonios
internos, sin importar lo que le esperara en su viaje. Decidió dejar atrás su
nombre y se convirtió en un viajero errante, adoptando un nuevo nombre para
ocultar su pasado, pero sabiendo que siempre llevaría consigo la lucha contra
su atracción hacia el fuego. Aunque dejó su título oficial, su corazón seguía anhelando
la justicia y el deber, esperando encontrar una forma de equilibrar su pasión
por proteger con su oscura atracción hacia el fuego. El camino hacia la
redención estaba lleno de desafíos, pero Gandar estaba dispuesto a enfrentarlos
con valentía y determinación. Su búsqueda personal lo llevaría por senderos
inciertos, pero siempre manteniendo en su corazón el deseo de proteger y hacer
el bien, sin importar las dificultades que pudiera encontrar en el camino. Y
así, Gandar Gahladran continuó su viaje, esperando encontrar un camino hacia la
paz interior y la justicia que siempre había anhelado.
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