La última historia escrita del orbe de los Dragones. Capítulo 3: La Prueba Definitiva

 

Capítulo 3: La Prueba Definitiva

Tras meses de travesía, marcados por arduas pruebas y desafíos que pusieron a prueba su valentía y determinación, el grupo de intrépidos aventureros finalmente arribó a una antigua ciudad en ruinas. Las cicatrices del tiempo y la guerra se manifestaban en cada rincón, con edificios desmoronados y calles cubiertas de maleza que parecían evocar los ecos de un pasado glorioso. No obstante, una sensación de que estaban cerca de su objetivo llenaba el aire, una certeza palpable que impulsaba sus pasos.

Navegaron con precaución entre las estatuas de dragones desgastadas por los elementos y las inscripciones antiguas que marcaban el camino hacia el corazón de la ciudad. Cada paso los acercaba al epicentro de su búsqueda, y el peso de la responsabilidad que habían asumido se hacía más evidente con cada ruina que encontraban.

Finalmente, llegaron a una vasta plaza central que parecía el epicentro de la ciudad en su época de esplendor. En su centro se alzaba una cripta majestuosa, sus muros de piedra maciza yacían desafiantes ante los embates del tiempo y la naturaleza. La entrada a la cripta estaba flanqueada por estatuas de dragones, cuyos rasgos habían sido erosionados por siglos de vientos salinos y lluvias ácidas.

Pero el verdadero foco de su atención yace en el interior de la cripta: un pedestal de piedra, cuidadosamente tallado con intrincados diseños que contaban historias que habían caído en el olvido. Sobre este pedestal, según sus conocimientos y las pistas reunidas a lo largo de su odisea, debía descansar el tan buscado Orbe de los Dragones. No obstante, la desolación inundó sus corazones al encontrar el pedestal vacío. El Orbe, la clave para el resurgir de los dragones, no estaba en su lugar.

Un silencio pesado se abatió sobre el grupo, una melancolía que amenazaba con quebrantar su determinación. Pero los aventureros, forjados en las llamas de la adversidad, no perdieron la esperanza. Sabían que debían regresar a Thandoria, su punto de partida, para reevaluar su estrategia y recabar nueva información. La resolución ardía en sus miradas mientras dejaban atrás la cripta en silencio.

Sin embargo, en ese preciso instante, cuando el destino parecía estar dando un giro inesperado, Kael, el enigmático miembro del grupo, decidió compartir un secreto que había mantenido celosamente guardado hasta ese momento. La tensión en el aire era palpable mientras los demás se volvían hacia él, sorprendidos y ansiosos por escuchar lo que tenía que decir.

"Debo confesar algo", comenzó Kael con una voz firme que contrastaba con su habitual reserva. "Soy el último descendiente de una ancestral línea de sangre que ha mantenido un vínculo sagrado con los dragones a lo largo de las eras". Sus palabras cayeron sobre sus compañeros como un relámpago en un día despejado, dejando atrás una sensación de asombro y cuestionamientos.

Kael relató cómo, desde el inicio de su aventura, había estado recibiendo visiones y mensajes misteriosos. Imágenes fugaces de dragones alados surcando los cielos y paisajes desconocidos se habían presentado en sus sueños y meditaciones. A través de estos fragmentos de conocimiento, había llegado a la conclusión de que el Orbe de los Dragones estaba custodiado por una antigua orden de guardianes: los Guardianes del Viento. Estos dragones ancestrales se habían dedicado durante siglos a proteger el equilibrio entre el mundo de los hombres y el mundo de los dragones.

La revelación de Kael desató una mezcla de emociones entre los aventureros, desde la incredulidad hasta la esperanza renovada. Guiados por las visiones y los mensajes que Kael había recibido durante toda su búsqueda, tomaron la decisión de buscar a los Guardianes del Viento y persuadirlos de que entregaran el Orbe. Sabían que esta tarea no sería nada fácil; enfrentarían pruebas inimaginables y tendrían que demostrar su valía en el proceso. Pero estaban dispuestos a enfrentar cualquier desafío con tal de recuperar el Orbe y evitar que cayera en manos equivocadas.

Mientras dejaban atrás la ciudad en ruinas y se aventuraban hacia lo desconocido, una sensación inquietante comenzó a apoderarse del grupo. Los magos entre ellos, sensibles a las corrientes mágicas, sintieron una perturbación en el tejido de la realidad, como si algo oscuro y maligno se estuviera tejiendo en el horizonte. El cielo, que debería haber estado adornado con estrellas brillantes en ese momento, comenzó a oscurecerse de manera inquietante. Una sombra ominosa pareció emerger de las profundidades del mundo, una presencia que parecía amenazar no solo a los aventureros, sino al equilibrio mismo de su realidad.

La próxima etapa de su búsqueda estaba teñida de incertidumbre, pero los aventureros estaban decididos a enfrentar lo que fuera necesario para recuperar el Orbe de los Dragones y enfrentar la amenaza que acechaba en las sombras. Su destino se entrelazaba con el de los dragones y el mundo mismo, y estaban dispuestos a aceptar la prueba definitiva que les aguardaba en su camino hacia la verdad y la redención.

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